sábado, 29 de noviembre de 2008

Adiós reina mía

En pocas horas, voy a abandonarte. Espero que sepas que no quiero que esta sea una separación definitiva, al final lo nuestro es una simbiosis negativa: ay, cómo me hieres, pero no puedo vivir sin ti.

Discúlpame si no digo que te voy a extrañar. Perdóname, pero no creo que vaya a añorarte, ni siquiera un poquito. Entiendo que hemos pasado momentos maravillosos, pero siento que dejarte es la mejor decisión que he podido tomar… Y prometo intentar no sentir que esto es una dulce, exquisita, merecida venganza; más bien, lo asumiré fríamente, con objetividad. Digamos que me voy, simplemente, porque tiene que ser así.

Me llevo seis pantalones, dos faldas, siete chompas, unos cuantos polos de verano, mis sandalias, las zapatillas guinda, las botas marrones, nueve libros, todas mis mudas de ropa interior y el estuche naranja de discos. He metido también en la maleta el reproductor de DVD, veinticuatro recuerdos dulces y treinta y dos amargos, mi deseo de libertad, mis ansias de vida y una buena dosis de curiosidad. Tal vez me lleve la licuadora y la sanguchera. A ti, te dejo tres maletines de ropa, mi cuarto con todos los muebles, mis postales colorinches, un solo paquete llenecito de resentimiento (está etiquetado), el smog, las nubes con olor a salchipapa, el clóset lleno de represión y ese yugo que creíste indestructible. Por desgracia, se quedan también contigo los buenos amigos, los maestros tocayos y el horno microondas.

Chau Lima gris, volveré a ti con los ojos bien cerrados.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Cumbias psicodélicas

Un ritmo tropicalón invade mi laptop de última generación.

O seaaaaa... manyas? Porque escuchar a Juaneco es mostro si conoces a Bareto, y ni qué decir de Los Mirlos o Los Destellos, de esos te enteraste hace unos meses y tienen más años que tú.

Porque el Facebook es lo máximo, pero el Hi5 es para cholos.

Los cholitos solo tienen cabida en las fotos de UNICEF o en forma de muñecos sobre el árbol de tu viejita que está, o seaaaaaaaa... ya no, ya.

¿Algún día dejaremos de ser tan huachafos?

Por cierto, estas melodías sabrosonas están riquísimas. Mejor hubiera sido aprender esto cuando era cultura y no moda.

domingo, 16 de noviembre de 2008

It's the end of the world as we know it...

Nos sentíamos casi criminales, solo por ir a comprar entradas en la reventa. “Ya la hicimos, ya”, pensando que las conseguiríamos a mejor precio. De repente hasta compramos unas en campo, repetíamos, llenos de expectativas y adrenalina.

Ya sonaba Cementerio. Uno y medio estaban emocionados. Yo notaba, un poco nerviosa, la ausencia de revendedores y la rápida proliferación de recompradores… treinta y cinco soles, nos dijo el primero. No pues… si costaban veintiocho.

Avanzamos hasta la entrada a la tribuna Norte del Estadio Nacional y ahí comenzó a sentirse la tensión. Griterío, sudores, correrías… De pronto, una humareda con olor a rachi vuelve más denso el aire y estamos sumergidos en el mismísimo infierno de los fans enamorados. Cuarenta, tribuna ¿Cómo? Los minutos avanzan aceleradamente.

Una chica nos ofrece una a veinte soles. Ya estábamos sacando la billetera y nos invade la duda sobre la fiabilidad de esas entradas. ¿Por qué habría de pasarnos algo tan bueno a nosotros? Deben ser falsas. Y en esos segundos de análisis ya llegó una tía que no tiene pinta de roquera ni a balas y ¡zas! Nos arrebata el sueño de las entradas subvaluadas.

Un rato después, estamos haciendo cola en la boletería, una fila que iba a dejarnos sin tres canciones, mínimo. Ya desesperanzados, encontramos reventa a cincuenta soles en tribuna. Más allá, un tío se abre paso entre la nube de pancita y nos ofrece un sitio en la cola por un sencillo. Pero en eso, con un golpazo de suerte, llega otra con dos entradas a treinta y cinco. Ya pues, dijimos seguros de haber hecho un negociazo, porque conseguirlas a menor precio del de la venta era una lejana evocación. Ellos lucran con nuestra ilusión, me indigno, aunque yo quise ganar con su desesperación. Y Gabo, lúcido como siempre, me hace caer en la cuenta de que estamos en una versión un poco más sórdida de Wall Street.

El hecho es que faltaba un boleto. Unito solo. Como caído del cielo, llega el Ángel de los Fanáticos Tristes y nos ofrece dos entradas a treinta soles cada una. Pero solo nos falta unaaa… Él se rehúsa a venderlas por separado, pero yo lo acoso para que no suelte mi entrada y consiga un solo comprador. Por desgracia, todo el mundo viene en parejitas y yo quiero matar a alguien en ese mismo momento porque mi paciencia tiene un límite, y uno bien pegadito a la serenidad. Ya casi resignada, me acerco a Gabo, quien conversa con una revendedora que trata de convencerlo de comprar seis entradas en boletería con su tarjeta Ripley para que ella pueda seguir jugando con la psiquis de los admiradores de Travis; a cambio, ella nos conseguía un lugar preferencial en la fila (el primero). Él entiende los perjuicios de cargar todo al cartoncito por un tema de intereses y qué sé yo, se niega. Y entonces, yo lo agarro del cuello al chato de las entradas a treinta soles y le digo véndele una a esta señora; usted, señora, ya tiene una entrada a precio para reventarla a su gusto; ahora tú, chato, dame mi entrada, toma tus treinta. Nos hemos metido de cabeza en el círculo de la corrupción made in Perú Profundo.

La revendedora se excusa. Es que no sale el negocio pe’, por eso a cincuenta, mínimo, sino yo qué gano, pe’… ya, chau. Estamos camino a la entrada, por fin, y suena el grito de victoria:

“¡Vente! ¡Esto está buenazo!”
(La Revendedora dixit)

lunes, 10 de noviembre de 2008

Alta suciedad, pero de buena calidad

De vez en cuando, me da la impresión de que las buenas películas tienen que dejarme grandes ideas. Evidentemente, la huachafería me abandona pronto y me doy cuenta de que hay historias que merecen ser contadas porque son, y porque narrar historias se trata, pues, simplemente de eso: decir algo que quieres compartir.

Dioses, la película de Josué Méndez, es una de esas que me dejan calladita. Salí con la impresión de haber encontrado algo, pero no. De haber concluido algo, pero no. De haber percibido algo en el ambiente, pero…. No pues, no.

Quizá porque se trata de un tema tan cercano, casi “costumbrista”, como dice Percy. Si tuviéramos respuestas de esas pequeñas porqueritas que componen nuestro mundo, este simplemente no sería tan feo. Méndez entiende eso a la perfección, por eso cuenta una historia con la delicadeza del cirujano, dejándonos ver de todo un poco pero sin soltar “mensaje”, porque no pues, así no es.

Con personajes tan verdaderos y ridículos como los que vemos (o no) diariamente, con un guión tan preciso que no nos deja lugar a sospecha, con unas actuaciones tan cuajadas que nada queda fuera de su sitio, esta película deja la sensación de haber visto una fotografía recontra bien encuadrada de la clase más pudenda y fifiris limeña. Ahí la tienes, de extremo a extremo, sin caer en sosos juicios morales ni frívolas especulaciones. Y con su escandalito dramático más, como quien no quiere la cosa.

¿Que querían ver una crítica social? ¿Una elaboración filosófica de lo que pasa en la sociedad moderna? ¿Un perfil antropológico de la Lima actual? Se equivocaron, muchachos. El cine (y buen cine peruano, ah, cállense la boca) no se trata de eso.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Mon meilleur ami

« Et je n'ai pas besoin de toi. Et tu n'as pas besoin de moi non plus. Je ne suis pour toi qu'un renard semblable à cent mille renards. Mais, si tu m'apprivoises, nous aurons besoin l'un de l'autre. Tu seras pour moi unique au monde. Je serai pour toi unique au monde... »

Un coleccionista obsesionado con una reliquia griega debe conseguirse un mejor amigo para conservar su preciada pieza y, de paso, un poco de su honor. François es retado por su socia, quien tiene serias dudas sobre las habilidades de un insensible como él para construir relaciones verdaderas de amistad. Este solo dispone de diez días para demostrarle su error.

Mi mejor amigo (Francia, 2006) es una narración insignificante, de esas a las que uno no suele dar mucha bola en estos tiempos de locura. Y, sin embargo, de pequeñas historias como esta está escrita la vida. François encuentra una motivación poco convencional para agenciarse al que podría ser el único asistente a su funeral, pero a la larga encuentra al mejor compañero: un simpático, sonriente y sincero taxista. Unas cuantas divertidas desgracias reúnen y separan a este par de solitarios, que con tan francas y limpias actuaciones (grandes Auteuil y Boon) remueven hasta el corazoncito más tieso de la sala.

Una película sencilla, con un tema tan humano que se hace proclive a la cursilería, pero se mantiene con un tono sobrio y, por eso mismo, mucho más conmovedor. Una historia mínima para detenerse en el vértigo de los días y pensar en lo que es de verdad importante.

Ojalá fuera tan fácil cruzarse a estos sujetos amigables por la calle, sobre todo para un grandísimo hijo de la guayaba como el coleccionista...

sábado, 8 de noviembre de 2008

Confesión

"Una palabra no dice nada y al mismo tiempo lo esconde todo"

Cuando tus ojos se aplasten contra los míos prometiendo sucios futuros
no me levantaré sobre ellos para construir el sentido de mi ser

Cuando los vientos helados sobre tu rostro revelen sueños insospechados
respiraré profundo y tragaré la ilusión

Y cuando prometas sobre una tumba inexistente
"esta es la última vez"
sabré que debo enterrar mis anhelos
para entender
una última verdad.

La última.

sábado, 1 de noviembre de 2008

Simbiosis

¿Has escuchado hablar del síndrome del amputado? Después de que te quitan el brazo, la pierna, el dedo... todavía te levantas en la mañana y sientes que te pica. Todavía parece que está ahí, aunque sea jodiendo, pero está.

Quizá mañana me levante y escuche sus ronquidos...