domingo, 9 de noviembre de 2008

Mon meilleur ami

« Et je n'ai pas besoin de toi. Et tu n'as pas besoin de moi non plus. Je ne suis pour toi qu'un renard semblable à cent mille renards. Mais, si tu m'apprivoises, nous aurons besoin l'un de l'autre. Tu seras pour moi unique au monde. Je serai pour toi unique au monde... »

Un coleccionista obsesionado con una reliquia griega debe conseguirse un mejor amigo para conservar su preciada pieza y, de paso, un poco de su honor. François es retado por su socia, quien tiene serias dudas sobre las habilidades de un insensible como él para construir relaciones verdaderas de amistad. Este solo dispone de diez días para demostrarle su error.

Mi mejor amigo (Francia, 2006) es una narración insignificante, de esas a las que uno no suele dar mucha bola en estos tiempos de locura. Y, sin embargo, de pequeñas historias como esta está escrita la vida. François encuentra una motivación poco convencional para agenciarse al que podría ser el único asistente a su funeral, pero a la larga encuentra al mejor compañero: un simpático, sonriente y sincero taxista. Unas cuantas divertidas desgracias reúnen y separan a este par de solitarios, que con tan francas y limpias actuaciones (grandes Auteuil y Boon) remueven hasta el corazoncito más tieso de la sala.

Una película sencilla, con un tema tan humano que se hace proclive a la cursilería, pero se mantiene con un tono sobrio y, por eso mismo, mucho más conmovedor. Una historia mínima para detenerse en el vértigo de los días y pensar en lo que es de verdad importante.

Ojalá fuera tan fácil cruzarse a estos sujetos amigables por la calle, sobre todo para un grandísimo hijo de la guayaba como el coleccionista...

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