martes, 14 de junio de 2011

Una (otra) vuelta por el pasado

Detrás de la larguísima barra azul con blanco estaba sentado, encorvado cuan largo era para poder apoyarse con los codos. Tenía la misma sonrisa anodina de todos los días, tan apacible, tan cálida y tan carente de emoción. Ojalá hubiera sido diferente. Ella se pasó al otro lado, lo vio intentando escrutar en esos labios aunque fuera un poquito de sentimiento, una pizca de remordimiento, un indicio de compasión. Pero nada. Se detuvo frente a él, recogiendo los pedazos que quedaban de ella por dentro, lo miró directamente a los ojos y le dijo: me alegra que estés aquí. Volteó hacia un lado, hacia el otro, y luego le estampó un beso en la mejilla izquierda. Sintió entonces un temblor y se dio cuenta de que nada había cambiado. Tenía que salir de ahí.

Caminó recto, sin mirar hacia atrás. Entonces apareció él, el que siempre estuvo, con el semblante sereno, sonriente y con los ojos llenos de su cotidiana ternura.