tag:blogger.com,1999:blog-28872161765575583402024-02-20T09:43:50.744-08:00Arroz con manchitaCuando tenía 4 años, más o menos, mi abuela preparaba un arroz amarillo que me hacía temblar los dientes. Ese plato -sus colores, la textura de la salsa blanca que le rociaba encima- me recuerda una época feliz en la que todo era pura emoción. Ahora, mientras me quejo de mi trabajo, de mis poses, de la gente y de la fea sociedad en que se vive, a veces vuelvo a casa y lo único que pido es un rico plato de "arroz con manchita" para ser un poco más feliz. Todavía no sé cómo se llama en verdad.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.comBlogger25125tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-30113901936423317002013-06-19T19:57:00.000-07:002013-06-19T19:57:01.129-07:00Yo confieso<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">Yo confieso…</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">Que no creo en todo lo que se me obliga a creer; que quiero
complacer y hacer felices a quienes amo, pero no logro convencerme de que todos
los pensamientos que desean imponerme sean verdaderos. Confieso que en nombre
de lo que yo considero es el amor a mí misma y a mi propia libertad he cometido
muchos de los que el supremo mandato de la iglesia católica nombra “pecados”, y
que aunque se me exija que los enumere con rubor delante de un sacerdote para
que me exculpe en nombre de Dios, estoy dispuesta a repetirlos una y otra vez,
cuantas veces sienta apetito y/o necesidad de hacerlo, simplemente porque me
amo y amo mi libertad de elegir. Confieso que mi espíritu es rebelde y soy
incapaz de creer que eso esté mal; quiero ser capaz de contradecir a quienes
integran el bando de los “buenos” y “malos”, solo con el objeto de ser fiel a
mí misma y a lo que yo considero que es mi propia moral; la única que, a fin de
cuentas, es la que me acerca legítimamente a Dios. Confieso que siento que
aunque no respete todas las leyes de la santa iglesia me siento más cercana al
amor divino porque vivo mi vida sin dañar a nadie, y hago un esfuerzo constante
por no lastimar a otros con mis acciones ni prejuicios. Yo confieso que sí
realizo examen de conciencia, y que creo en Dios también y no me avergüenza
decirlo; confieso que, aunque me pueda afectar emocionalmente, no me importa si
la mitad de la gente piensa que soy mojigata y la otra mitad pecadora sin
remedio, pues al final soy lo que soy y con eso me basta.</span></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: Arial, Helvetica, sans-serif;">Debo confesar también que no creo pertenecer a ninguna comunidad
religiosa, pues no estoy de acuerdo con los preceptos arbitrarios que estas
imponen a sus fieles, haciéndolos caer en sentimientos culposos que impiden su
felicidad. Confieso que no creo en muchas convenciones sociales, y aunque
tampoco deseo ser una automarginada, solo quiero vivir con libertad, con
respeto, con amor a todo lo que me rodea y sin temor a sentir el flujo de mi
mundana/divina humanidad.</span></div>
Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-45304227027853525162011-06-14T15:37:00.000-07:002011-06-14T15:38:31.552-07:00Una (otra) vuelta por el pasado<p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language:ES-TRAD">Detrás de la larguísima barra azul con blanco estaba sentado, encorvado cuan largo era para poder apoyarse con los codos. Tenía la misma sonrisa anodina de todos los días, tan apacible, tan cálida y tan carente de emoción. Ojalá hubiera sido diferente. Ella se pasó al otro lado, lo vio intentando escrutar en esos labios aunque fuera un poquito de sentimiento, una pizca de remordimiento, un indicio de compasión. Pero nada. Se detuvo frente a él, recogiendo los pedazos que quedaban de ella por dentro, lo miró directamente a los ojos y le dijo: me alegra que estés aquí. Volteó hacia un lado, hacia el otro, y luego le estampó un beso en la mejilla izquierda. Sintió entonces un temblor y se dio cuenta de que nada había cambiado. Tenía que salir de ahí.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-TRAD" style="mso-ansi-language:ES-TRAD">Caminó recto, sin mirar hacia atrás. Entonces apareció él, el que siempre estuvo, con el semblante sereno, sonriente y con los ojos llenos de su cotidiana ternura.<o:p></o:p></span></p>Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-50608265256093759422011-05-30T15:52:00.000-07:002011-05-30T15:56:18.322-07:00Un sueño (02/03/11)<p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span class="Apple-style-span" style="font-family: Verdana; font-size: 13px; ">Estoy en una fiesta, en un lugar que parece un hostel. Tiene un espacio al aire libre y tengo la sensación de que las habitaciones están cerca. El sitio se parece mucho a un lugar que he visto en las fotos de mis amigos de Lima, “Pezcarte Cebichería”. Hay un ambiente de fiesta que recién empieza, como si la gente empezara a llegar apenas. Yo también estoy llegando. Me encuentro con Natalie, nos abrazamos. También veo a Pepo, y siento una emoción muy grande al encontrarlo, él está de espaldas, se da la vuelta y está bailando, con un vaso en la mano, como si me hubiera visto el día anterior, con esos movimientos repetitivos, moviendo los brazos a un lado, al otro, cantando siempre canciones que dicen que está feliz, aunque a veces sus ojos me digan lo contrario... Pero cuando lo abrazo y le digo cuánto lo extrañé él me responde el abrazo con igual efusividad. También veo a Miguelito, creo que apenas cruzamos un par de palabras pero estamos igual de emocionados de vernos. Tengo la sensación de que se me acerca y me dice una frase sabia, algo que me sorprende y suena extrañamente profético. No recuerdo la frase.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-PE" style="font-size:10.0pt;font-family:Verdana;mso-ansi-language:ES-PE">A pesar de un leve nerviosismo cuyos motivos no sé identificar, me siento muy contenta. Veo llegar a la gente, todos tienen vasos de plástico en las manos y se mueven al ritmo de alguna música, mientras conversan animadamente en parejas o pequeños grupos que empiezan a formarse. El ambiente tiene una luz amarillenta, aunque es de noche no parece ser muy tarde. De pronto, entre la gente, veo pasar a D. Llevaba una camisa que yo reconozco, ahora no recuerdo bien si la naranja de rayas o la azul de cuadros. Lo veo y siento que se me paraliza la respiración. Algo da un vuelco dentro de mí, no sé qué sentir. Natalie me dice algo, puede ser que haya dicho “me olvidé de decirte que él también venía”. Y de pronto lo veo rondando por la fiesta, con un vaso en la mano, y yo siento una creciente desesperación por no saber si ésta será otra de esas noches en las que coge un vaso y no lo suelta más. No pienso acercarme a él, pero espero que él me vea y se acerque a mí. Es imposible. Por momentos lo pierdo de vista, luego vuelve a aparecer, pero la verdad es que él nunca me ve; yo sé que no me está evitando, simplemente no me ve. Y yo no sé qué puedo decirle, no sé cómo abordarlo, por lo que decido no tomar la iniciativa. Pienso en su hermano, y en si llegará pronto para hacerle compañía y si se emborracharán juntos y luego se acercarán para lastimarme. No puedo pensar en que lo quiero, ni en que lo extrañé, ni en nada que tenga que ver con el amor que puedo sentir o haber sentido por él. No hay dulzura, sólo miedo y un poco de tristeza. </span></p><p class="MsoNormal" style="text-align:justify"><span lang="ES-PE" style="font-size:10.0pt;font-family:Verdana;mso-ansi-language:ES-PE">Pasa el tiempo y él sigue solo… He visto a Mauro pasar, también lo he saludado, pero nadie se acerca a él, y él no se acerca a nadie. Está solo, dando vueltas con su vaso en la mano, sentándose en pequeños muritos mirando a la gente pasar, absorto en sus pensamientos, como si estuviera sentado en una banca del parque viendo a las palomas y los caminantes pasear. Ahora me parece que lleva la camisa color crema, también a rayas. Y ya no sé si esto lo sentí en el sueño o lo estoy sintiendo ahora, pero es como si lo extrañara. <o:p></o:p></span></p>Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-71702654160192185792010-12-19T17:41:00.000-08:002010-12-19T17:45:07.537-08:00Un domingo sin martes<p class="MsoNormal"><span lang="ES-PE" style="mso-ansi-language:ES-PE">Si te hicieras la pregunta de qué es lo que más necesitas, seguramente te vendrían mil ideas a la cabeza: dinero, una casa más grande, el amor, o esas cosas que se parecen más a nuestros anhelos “cliché” que a lo que viene la pregunta. Para mí, lo que uno más necesita es lo primero que busca al abrir los ojos. Es que aunque no sea la mayor de las necesidades, al menos es la que te da el combustible para arrancar el día, la que te empuja fuera de la cama. Como los lentes que intenta alcanzar el miope en la mesa de noche, o el cigarrillo que rastrea alguna viciosa. Yo, por mi parte, cada vez que me despierto necesito una palabra. Quizás no una, sino muchas. Por eso, cuando ese domingo abrí los ojos con un amague de resaca, en esta habitación negra-negra estiré el brazo derecho y luego de tirar una botella de plástico al suelo encontré el teléfono, como cada negra-negra mañana que he pasado aquí desde que llegué, para abrir mi correo electrónico. Dos palabras: yo esperaba una, pero encontré dos: Su Nombre.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal">Salí como expelida por un resorte, me senté sobre la cama. Volví a estirar el brazo, esta vez para encender la luz y me froté los ojos con ansiedad, preguntándome por qué, POR QUÉ estaba sonriendo. Su Nombre. Nombre y Apellido. Habían pasado dos semanas desde que le envié un correo pidiéndole alguna palabra, a él, a ese ahora extraño, nunca pensé que iba a responder. “Jime, ¿puedo llamarte? Necesito hablar contigo”. Me empezó a latir el párpado izquierdo cuando vi un segundo correo de Su Nombre. “Es muy importante. Es una oferta que creo que te interesará”.</p> <p class="MsoNormal">Ahí todo perdió sentido. Yo le había escrito a alguien que suponía un posible aliado, un potencial amigo. Pero no. Ahí tenía un indescifrable telegrama a la espera de mi entusiasmo.</p> <p class="MsoNormal">Lo he llamado y él me ha preguntado cómo estoy, cómo me ha ido en estos meses. No hemos tenido comunicación desde hace cuatro años, pero me parece que lo importante es cómo me ha ido en estas semanas que llevo en Madrid. Le he dicho que bien, un poco confundida, de repente más nerviosa que eso. Me ha preguntado si yo también le he regalado un pasaje a Europa a algún amor para que venga a visitarme, como él hizo conmigo. Le he dicho, con una risa más nerviosa aún, que no, pero que he estado a punto de hacerlo. Y si pensaba viajar a casa por fiestas. Le he respondido que no, que me hubiera gustado mucho porque extraño a mi familia y a mis amigos, pero que me parece un gasto innecesario… </p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-PE" style="mso-ansi-language:ES-PE">En ese momento, juro que me ha parecido que era su voz la que hablaba. Hace cuatro años.</span> </p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-PE" style="mso-ansi-language:ES-PE">Claro que lo sabe, por eso se le escapa esa risita. Y me ha contestado “qué pena. Y yo te he llamado para proponerte viajar a Lima”. Su Nombre. Fueron las dos primeras palabras que leí al abrir los ojos y desde entonces todo se había vuelto un poco surrealista. Por una inesperada confabulación de factores, un actor de reparto en este culebrón de la vida real se había roto una pierna en París y necesitaba compañía de regreso a casa. Yo podía ser esa compañía. Las ideas comenzaron a caer como pedradas sobre mi cabeza: ver a mis padres, conversar con mi hermano, sorprender a mis amigos, perderme entre aromas de pisco frutado, mirar el mar, el mar, el mar… <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal">Y las maletas, y mi viaje a Berlín para recibir mi cumpleaños, y algún papeleo suelto, y los deberes, las obligaciones, y los planes, los no planes, salvar lo insalvable, y todo. </p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-PE" style="mso-ansi-language:ES-PE">Pero no hay motivos para pensarlo dos veces: Yo sí, me voy hoy mismo si es necesario. Me voy. Y cuando no he terminado de pensar en esto, me dice “Pero…”. Fue la primera vez desde que leí Su Nombre esa mañana, que sentí miedo empañando mi curiosidad. “Hay otra persona”. Había otra persona. Creo que esa frase me cayó peor en ese momento que si me la hubiera dicho cuando estábamos juntos.</span> </p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-PE" style="mso-ansi-language:ES-PE">“Hay otra persona que ya aceptó irse, pero voy a dar tus datos también a la aseguradora por si pasa algo”.</span> </p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-PE" style="mso-ansi-language:ES-PE">Después de eso, todo se puso en cámara lenta. De pronto, parecía que había que tomar todas las decisiones importantes al mismo tiempo, y ahora todas las decisiones eran importantes. Con quién hablar, qué programar, si valía la pena hacer una maleta o no, si debía comprar los pasajes a Berlín ese día como se había previsto, o no. Si debía entrar a la ducha en ese momento o no… Porque tendría que darme un duchazo antes de subir al avión, pero ¿y si él llamaba mientras yo me estaba bañando?</span> </p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-PE" style="mso-ansi-language:ES-PE">Hasta me daba miedo entusiasmarme. Me daba miedo pensar que de repente no me entusiasmaba.</span> </p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-PE" style="mso-ansi-language:ES-PE">En algún momento posterior de ese mismo día al que sólo se me ocurre llamar “después” (porque, obviamente, el tiempo psicológico me hizo perder noción del valor real de los segundos, los minutos, la horas), hablamos. Hablamos largo, sobre cómo estaba yo, cómo estaba él, las cosas que habíamos pensado después de que dejamos de vernos. Recordé un millón y medio de cosas: sus gestos, su manera de atropellarse al hablar, la forma en que su agudeza mental me hacía sentir siempre más niña. Fue una conversación tan larga, tan bonita, me pareció que todo lo que decía lo decía tan en serio, que tuve la necesidad de volver a examinar la razón de mi sonrisa cuando leí Su Nombre en el teléfono. Nos reímos. Y todo fluyó con demasiada naturalidad hasta que sonó su teléfono. La aseguradora.</span> </p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-PE" style="mso-ansi-language:ES-PE">No había respuesta aún, y me daba un poco de desesperación no saber si no quería colgarle hasta tener una respuesta o… Pasaron varios minutos, y de repente me sentí tan estúpida mirando una pantalla, escuchando la voz de mi ex programando un viaje a Lima para mí o para una desconocida y esperando, esperando que me responda, que me diga algo, que por primera vez en mucho tiempo tenía una conversación como la que había querido tener desde que comencé a sentirme sola aquí y además las cosas no andaban bien… Colgué.</span> </p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-PE" style="mso-ansi-language:ES-PE">Creo que fue la noche del lunes que escribí para preguntarle si había alguna novedad. No me parecía verosímil que un hombre con la pierna rota en París esperara por un acompañante desconocido durante tanto tiempo. Cuando volví a leer Su Nombre en mi bandeja de entrada, ya no sabía qué sentir.</span> </p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-PE" style="mso-ansi-language:ES-PE">“La primera opción acaba de subirse a su avión, llega a París a las 9. Siento mucho haber despertado emoción. Todo falló por cuestión de minutos”.</span> </p> <p class="MsoNormal"><span lang="ES-PE" style="mso-ansi-language:ES-PE">Debí haberme quedado con mi amanecer resacoso, pensé. Y no andar buscando palabras, porque a veces terminan sobrando.<o:p></o:p></span></p>Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-62528525414025672332010-01-11T14:14:00.000-08:002010-01-11T14:15:20.128-08:00MadridOtra vez estoy parada delante de los cinco sentidos. Otra vez respiro con la nariz helada, de nuevo estoy sintiendo el viento apurado, la risa despeinada. Mis manos están de vuelta en los bolsillos, buscando un momento de soledad.<br /><br />Esta mañana he escuchado mis pasos en el suelo, y mis botas hacen un eco distinto. Junto a mis pies triplemente envueltos y con esa sensación de caminata lunar, aparecen las hojas anaranjadas, apiladas cerca de una fuente de piedra; el viento me tapa la cara y al mirar nuevamente están los ancianos, el camino de piedra, Velásquez parado frente al gran edificio. Todavía se deja ver el verde desde la vereda, las ramas vestidas esconden el cielo que no avisa antes de empezar a llorar.<br /><br />El Paseo del Prado hoy no está cubierto de luces rojas y amarillas corriendo en sentidos opuestos, con la interminable banda sonora de los motores calientes. Es domingo. Hoy la ciudad es amable y las vías no están atiborradas de gente que extravió la sonrisa. El ritmo es más bien pausado, se escuchan unos a otros haciendo cloc cloc con los botines: la gloriosa melodía del descanso. La tarde avanza serena, mientras poco a poco van apareciendo de nuevo los jóvenes vampiros que se lanzaban sedientos a las calles la noche anterior.<br /><br />Cuando de nuevo está oscuro, se encienden las luces que señalan un sendero azul hacia la Puerta de Alcalá. Me acerco a la Gran Vía y las luces me conmueven, me llenan, me asustan. Está el árbol navideño inmenso formado de cubos blancos, diseñados por Agatha Ruiz de la Prada. El glamour cosmopolita se disuelve entre las putas que tiritan junto a la puerta del McDonalds, a pocos pasos de la estación de Callao. Se acerca la rubia platinada con minifalda negra y medias de red al canoso caballero que se paró junto al puesto de maní tostado traído de exóticas tierras a la feria navideña y le dice “Hola guapo”. “No se me acerque, por favor, no me toque”, le responde él con apenas algo más que repulsión. El cigarrillo que sostiene en la boca mientras habla casi ni se mueve. <br /><br />Llego al restaurante y el mozo me salpica unas cuantas gotas de sopa al lanzarme el plato y un casi ofensivo “buen provecho”. En el parque de enfrente un grupo pequeño de adolescentes con chalecos de cuero saltan de una banca a otra, riendo y bebiendo de chatas envueltas en bolsas de papel. Pago la cuenta, y el mozo me dice “¿Qué? ¿No le ha gustao’?” y me sonríe tan extraño que no sé si es una sonrisa de verdad o me está gruñendo porque no terminé mi plato. Me pongo el abrigo. Antes de volver al hotel, paso por una tienda de abanicos, las vitrinas y las luces están apagándose y todavía algo me recuerda que aquí se baila con duende, y si no fuera por el llavero en forma de toro que dice “olé” al apretarle la panza, ni me hubiera acordado de qué calles caminaba.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-31560262505004969062009-06-25T20:38:00.001-07:002009-06-26T10:29:33.760-07:00Enamorada de la muerte (I)Recuerdo mi primer intento de suicidio. Fue a los cinco años. Esa mañana, había visto en la televisión que un hombre había muerto encerrado en un ascensor… o algo así, por falta de oxígeno. También recuerdo que papá estaba muy molesto (no sé si conmigo, o con mi mamá, o con mi hermano, o con todos, o con él, o con Dios), sus ojos estaban rojos, enormes y brillantes. Yo me moría de miedo. No podía soportar su silencio, mucho menos su mirada… Pensé que su rabia no iba a parar nunca, y que yo estaba, por tanto, condenada a una vida de sufrimiento bajo el yugo opresor de su presencia.<br /><br />Entonces lo decidí: caminé hacia mi cuarto rezando en mi cabeza, con los ojos llenos de lágrimas contenidas. Mi cama estaba tendida, mi oso, “Pancho”, estaba sentado como siempre, con sus ojos naranjas y su camisa floreada mirando hacia la pared. Ah… le di un beso a Pancho, fue un beso solemne y amargo, podía sentir ese crujido en mi garganta que no terminaba de subir. Después, abrí la puerta del armario y… Me encerré ahí. Cerré la puerta corrediza desde dentro con todas mis fuerzas, tratando de tapar todo el aire. No entraba casi nada de luz, yo me torturaba pensando cuánto tiempo tendría que estar ahí antes de que llegara el final. Para asegurarme de que todo saliera bien, me tapé la nariz aguantando la respiración.<br /><br />Cinco minutos después, abrió la puerta Cruz, nuestra empleada, con la ropa recién lavada. Tiró la canasta y los calzones, las medias, las camisetas y el inmenso pantalón de mi papá cayeron al suelo, silenciosamente. Ella me miró y me abrazó con todas sus fuerzas, sin decir nada; yo con los ojos reventados de llanto y la cara roja, roja como el <em>baby doll</em> de mamá.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-73390420408123628332009-03-28T15:55:00.000-07:002009-03-28T15:56:11.630-07:00Un viejo comienzoVoy a quemar cartas viejas; tiraré a la basura los adornos rotos; voy a reciclar las separatas universitarias que, aunque no quiera creerlo, ya nunca más volveré a leer. También quiero regalar la ropa vieja, la que quise alguna vez y ya no uso, y la que nunca usé pero guardaba para cuando bajara aquellos kilos y aumentara esa autoestima. Después voy a cambiar las sábanas y finalmente pondré las cortinas.<br /><br />Quiero abrir los ojos mañana, cuando todo empiece otra vez, y no parecerme a esa loca neurótica que necesitaba deshacerse de todo para creerse que podría comenzar de cero.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-18731379666362075552009-03-23T09:44:00.000-07:002009-03-23T10:03:52.792-07:00Una señalCuando sacábamos las cosas de la cocina, se acercó a la ventanita de la sala un hombre mayor, encorvado por el enorme bulto que llevaba encima. Nos pidió ayuda, plata, como suele ser en estos casos. Le ofrecimos la comida que íbamos a dar a algún amigo que bien podría haberse comprado sus propios víveres. El anciano aceptó, agradecido. Le entregamos la bolsa con la trucha, carne molida, aceite, arroz, fideos, papas, la mermelada de sauco… Sus ojos se encendieron y sus labios sólo repitieron hasta el último momento “gracias”. Nos dijo algo más en quechua, con sus ojitos brillantes y se llevó el sombrero al pecho. Luego se acercó y nos puso s ambos el sombrero sobre el hombro izquierdo, rezando bendiciones. Esto sólo puede ser un buen augurio, pensé.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-91264588946860166932009-03-17T14:36:00.000-07:002009-03-17T14:48:14.923-07:00Instantánea de mis memoriasHace muchos, muchos años, una gran amiga de la infancia –con la que, casualmente, soñé anoche- me dijo “Dicen que, cada vez que uno regresa de un viaje, deja un pedacito de su corazón en el lugar que abandona”. Claro que ella se refería a algo muy particular (había dejado a un francesito llorando sentado sobre un tronco seco en un pueblo discreto del sur… oh la là), pero de todas formas hoy certifico lo que compartió conmigo ese día. Hoy dejo el Cusco.<br /><br />El viaje ha sido largo, difícil. Los aprendizajes han sido muchos más de los que esperaba. Siento que alguna herida que sangró durante muchos años hoy está por fin cubierta de una capa dura: es un poco fea, eso sí, pero lo bueno es que indica una pronta cura.<br /><br />Durante dos meses y medio no he hecho más que ir y venir; correr y parar. No ha habido mucho tiempo de procesar, de aburrirse, ni siquiera de terminar de entender una cosa antes de estar aprendiendo otra. Ha sido un recorrido eufórico, feliz por momentos, penoso a veces. He encontrado gente, rostros, paisajes y, lo más sorprendente, una parte de mí que creía desaparecida, pero sólo estaba empolvada y refundida en algún lugar de mi mente, debajo del montón de miedos que fui inventando día tras día.<br /><br />Esta tarde, ordené la casa con especial cuidado. Todos los adornos de la sala estaban en el lugar perfecto, las esquinas bien barridas y finalmente el mantelito verde volvió al baúl. Nuevamente había flores vivas en los rincones: rojas, amarillas y blancas. Prendí un incienso en el centro de la sala y todo estaba perfecto, más lindo que nunca.<br /><br />Sacudí las sábanas y las estiré bien, como si en la noche fuera a dormir sobre la misma cama. Cuando estuvo todo perfecto, clic (aunque ahora la tecnología digital hace que parezca más un bip) y ya: estaba hecha para la posteridad. Después de eso desarmar la cama, descongelar la refri, embalar la cocina y antes de que pudiera darme cuenta ya solo quedaba un cuarto medio destartalado, con rollos de cinta por todos lados y baldes de pintura vacíos. Esto ya no es mi casa.<br /><br />Quedan los percheros, las paredes pintadas tan artesanalmente, los palos de las cortinas que ya se han empezado a aflojar: pareciera como si, después de la partida, esta casa estuviera dispuesta a destruirse.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-69287211545961232772009-01-29T08:59:00.000-08:002009-01-29T09:20:18.619-08:00Rinconcito de San BlasMi sala es chica, la hemos pintado de blanco para reducir su pequeñez. El dintel de la puerta que da al patio que lleva al baño es azul marino, como los marcos de las ventanas y la puerta de entrada. Casi todas las puertas del barrio de San Blas son del mismo color, es norma, y nosotros nos la hemos apropiado para darle un toque especial al rincón en el que ahora compartimos.<br /><br />Yo he cosido todas las cortinas de la casa. Están hechas con telas del mercado de San Pedro, son naranjas y verdes. Los retazos están unidos con lanas de los mismos colores y se nota muchísimo que nunca en mi vida había cosido nada. Igual, cada vez que llega alguien, me dice que son lindas.<br /><br />Mi mesa de centro es un baúl desvencijado. En realidad, creo que es una caja de carga o algo así. Costó solamente quince solcitos. Pero le hemos puesto barniz oscuro encima y se ve de lo mejor, con un mini mantel que no es más que un pedazo de tela que quedó de las cortinas. Rematamos con el adorno, que es una botella enorme y larga, en la que Mónica dejó unas flores blancas que ya están comenzando a marchitarse. Hay, en total, cuatro botellones que decoran algunas de nuestras esquinas preferidas. Mónica puso flores en todas. Mi favorita es la que está junto a la ventanita que da a la calle, que tiene unas flores fucsias de tallo largo. Cuando abro a ventana, entra la luz por el costado y donde no se ve la botella puedo ver el bosque y las casitas en la subida a Sacsayhuamán.<br /><br />Por todas partes se pueden encontrar las tortugas. En el mueble del fondo están las de Tarapoto, que son dos maracas en madera que hemos colocado delante de la foto del Enano, una que tomó en Pucallpa con un cielo amarillo hiriente sobre el río. Así las pobres no van a sentir frío. También está la tortuga de lana, la más limeña y cosmopolita de todas, con sus flores de colores tejidas sobre el caparazón. Después están las cuatro tortuguitas cerámicas sobre el baúl central, cada una con una tortuga más pequeña aún sobre el caparazón. Siempre están en fila alrededor de la botella. Y finalmente las cusqueñas, puestas sobre otra foto de la selva que nos regaló el mismo Miguel, a quien extrañamos desde el día que se fue.<br /><br />Hay partes de la pared de adobe que se han caído, dejando unos huecos decorativos por todos lados. Los visitantes dejan marcas en ellas, cuando se golpean borrachos con el dintel de la entrada a la cocina o tratan de agarrarse, medio adormecidos, de algún rincón. Y por eso, sea con regalos comprados o espontáneos, no hay un solo visitante que no se quede, en cierta forma, impreso entre los blancos muros de mi rincón mundano.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-1129495779988735282009-01-14T16:06:00.000-08:002009-01-14T16:09:47.499-08:00KhokaGianfranco y Megan llegaron hace poco más de una semana. Después del mal de altura, del malestar estomacal, los mareos y demás padecimientos físicos del día a día serrano, pensaron que seria maravilloso poder llevarse unas bolsitas de hoja de coca de vuelta a los Estados Unidos. Obviamente, esto solo fue una evocación, un sueño, una simple y solitaria idea vagabunda en el mar de sus pensamientos.<br /><br />Después de varias semanas, empiezo a entender un poco la dinámica de esta tierra. Coca, planta sagrada que regula las funciones digestivas y ayuda a pensar con claridad. Coca, abre ciertas ventanas de la conciencia y estimula la buena comunicación entre las parejas. Coca, despeja la mente, el cuerpo y el espíritu, da energía y calma el dolor.<br /><br />Es difícil encontrar el poder de las plantas cuando se está fuera del contexto de estas. La hoja sagrada ha sido bien manoseada, tantas veces explotada en beneficio de mentes trastocadas y bolsillos sedientos. Ahora se le adora o se le sataniza, bajo el marketero slogan “Coca-Cola, negocios y cocaína” (ya sé que muchos no lo conocen de oídas, pero no suena tan descabellado, ¿no?), y se confunde el verdadero valor de lo esencial, que solo se encuentra en lo simple, lo más puro: lo que viene de la tierra.<br /><br />El grupo Simbiontes montó, a mediados de diciembre, una interesante performance que reunía video, música y danza, sobre el tema de la coca. A pesar de la complejidad del género, creo que el mensaje fue más o menos claro y que se notaba un punto de vista firme. A la entrada, me recibieron con un vasito del buen mate (el único que se fregó fue el gringo que pidió azúcar). Treinta minutos después, había recorrido una archi-resumida síntesis de la historia de la hoja sagrada de los Incas y me encontré a la salida con novedoso producto: el “cocatón”. Panetón hecho a base de harina de coca, en tamaño “todinnito” y al módico precio de un sol. La etiqueta tenía un Papá Noel con su bolsita de hoja de coca, con letras verdes encima: “NO a la erradicación”. En la parte inferior izquierda, un perrito rabioso con collar que tenía escrito el nombre en el lomo: “ENACO”. Cada quien es libre de pensar como quiera. Yo solo me siento en mi salita cusqueña y tomo el mate que me sacará de la enfermedad.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-5127037834221517342008-12-13T11:25:00.000-08:002008-12-13T11:35:26.841-08:00Crónicas del AltiplanoEl terminal terrestre es un gran mercado. Decenas de voces que gritan “Puno”, “Arequipa”, y “quesos”. Cuidado con los jaladores porque con mucha facilidad cambian de agencia. Un tipo cualquiera se pone detrás del mostrador de su preferencia y te vende pasajes al precio que le dé la gana. Pero esto no es nada: no es el inicio, ni el preámbulo, ni nada que se le parezca.<br /><br />Salir de Cusco es cuestión de cerrar y abrir los ojos. De pronto, Saylla, Tipón y Oropeza: chicharrones, cuyes y pan. Me enloquece la textura del pan de la sierra, y lo imagino acompañado del queso salado que viene de este pedazo de planeta en el que los cerros son todavía coloridos, todavía colorados, y cuánto te voy a extrañar color en todo lo que está por venir…<br /><br />El sol de la sierra brilla con fiereza, me derrite las pupilas y comienza a partirme la piel. He recorrido parte del camino y he visto Andahuaylillas con su Capilla Sixtina hecha en Perú. Se me cruza por la cabeza, entonces, que por qué no podría haber algún día un lugar en el otro lado del charco que se haga llamar el Wayna Picchu de los Alpes o algo así. Avanzamos, siempre en camino sinuoso y afirmado, y una nube gigantesca se traga el cielo entero y comienza a llorar sobre nosotros. Quizá porque sabía a dónde íbamos.<br /><br />En algún lugar las montañas cambian de color. Se abre paso una mole gigantesca, negra, sobrecogedora que abre el cielo en dos partes y se erige sólida, indestructible, inalcanzable. Desde aquí es como si me hubiese dormido y, al entrar en mí nuevamente, el cielo es el mismo, pero la tierra ha mutado, llevándose todo lo que toca hacia el amarillo grisáceo, y la tierra está seca como mi nariz.<br /><br />Amarillo y triste, tremendamente solitario, completamente desolador. El paisaje de la puna se impone ante mis ojos que parecen nuevos. Nunca me sentí tan insignificante, tan sometida. Pucará -a donde debíamos llegar porque así tenía que ser- parece tener solo tres casitas, no se puede ver más porque la Tierra se atraviesa y es imposible mirar hacia el otro lado. Pocos minutos después, entramos a Balsapata. Y entonces veo de nuevo y ese fundo perdido en mitad de la nada, y el gris amarillento y el cielo temperamental y el aire helado me congelan por completo. Solo tengo ganas de llorar.<br /><br />Esa noche, encontramos al Demonio en un rincón de nuestra habitación. Era gris, silencioso, tenía cara de humo y mirada penetrante. Imposible escapar de él, inevitable volver a él. Nos había seguido hasta aquí, solo para asustarnos cuando no hubiera más nada que el cielo, las nubes, la lluvia y el vacío. Nos trajo a este lugar para que, sin importar cuánto gritáramos, nadie más pudiera escuchar.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-31263672946390248392008-11-29T11:31:00.000-08:002008-11-29T11:32:43.627-08:00Adiós reina míaEn pocas horas, voy a abandonarte. Espero que sepas que no quiero que esta sea una separación definitiva, al final lo nuestro es una simbiosis negativa: ay, cómo me hieres, pero no puedo vivir sin ti.<br /><br />Discúlpame si no digo que te voy a extrañar. Perdóname, pero no creo que vaya a añorarte, ni siquiera un poquito. Entiendo que hemos pasado momentos maravillosos, pero siento que dejarte es la mejor decisión que he podido tomar… Y prometo intentar no sentir que esto es una dulce, exquisita, merecida venganza; más bien, lo asumiré fríamente, con objetividad. Digamos que me voy, simplemente, porque tiene que ser así.<br /><br />Me llevo seis pantalones, dos faldas, siete chompas, unos cuantos polos de verano, mis sandalias, las zapatillas guinda, las botas marrones, nueve libros, todas mis mudas de ropa interior y el estuche naranja de discos. He metido también en la maleta el reproductor de DVD, veinticuatro recuerdos dulces y treinta y dos amargos, mi deseo de libertad, mis ansias de vida y una buena dosis de curiosidad. Tal vez me lleve la licuadora y la sanguchera. A ti, te dejo tres maletines de ropa, mi cuarto con todos los muebles, mis postales colorinches, un solo paquete llenecito de resentimiento (está etiquetado), el smog, las nubes con olor a salchipapa, el clóset lleno de represión y ese yugo que creíste indestructible. Por desgracia, se quedan también contigo los buenos amigos, los maestros tocayos y el horno microondas.<br /><br />Chau Lima gris, volveré a ti con los ojos bien cerrados.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-52786558848894916512008-11-26T15:52:00.000-08:002008-11-26T16:05:11.904-08:00Cumbias psicodélicasUn ritmo tropicalón invade mi laptop de última generación.<br /><br />O seaaaaa... manyas? Porque escuchar a Juaneco es mostro si conoces a Bareto, y ni qué decir de Los Mirlos o Los Destellos, de esos te enteraste hace unos meses y tienen más años que tú.<br /><br />Porque el Facebook es lo máximo, pero el Hi5 es para cholos.<br /><br />Los cholitos solo tienen cabida en las fotos de UNICEF o en forma de muñecos sobre el árbol de tu viejita que está, o seaaaaaaaa... ya no, ya.<br /><br />¿Algún día dejaremos de ser tan huachafos?<br /><br />Por cierto, estas melodías sabrosonas están riquísimas. Mejor hubiera sido aprender esto cuando era cultura y no moda.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-8889414372996884842008-11-16T20:00:00.000-08:002008-11-16T20:09:00.091-08:00It's the end of the world as we know it...<div align="left">Nos sentíamos casi criminales, solo por ir a comprar entradas en la reventa. “Ya la hicimos, ya”, pensando que las conseguiríamos a mejor precio. De repente hasta compramos unas en campo, repetíamos, llenos de expectativas y adrenalina.<br /><br />Ya sonaba Cementerio. Uno y medio estaban emocionados. Yo notaba, un poco nerviosa, la ausencia de revendedores y la rápida proliferación de recompradores… treinta y cinco soles, nos dijo el primero. No pues… si costaban veintiocho.<br /><br />Avanzamos hasta la entrada a la tribuna Norte del Estadio Nacional y ahí comenzó a sentirse la tensión. Griterío, sudores, correrías… De pronto, una humareda con olor a rachi vuelve más denso el aire y estamos sumergidos en el mismísimo infierno de los fans enamorados. Cuarenta, tribuna ¿Cómo? Los minutos avanzan aceleradamente.<br /><br />Una chica nos ofrece una a veinte soles. Ya estábamos sacando la billetera y nos invade la duda sobre la fiabilidad de esas entradas. ¿Por qué habría de pasarnos algo tan bueno a nosotros? Deben ser falsas. Y en esos segundos de análisis ya llegó una tía que no tiene pinta de roquera ni a balas y ¡zas! Nos arrebata el sueño de las entradas subvaluadas.<br /><br />Un rato después, estamos haciendo cola en la boletería, una fila que iba a dejarnos sin tres canciones, mínimo. Ya desesperanzados, encontramos reventa a cincuenta soles en tribuna. Más allá, un tío se abre paso entre la nube de pancita y nos ofrece un sitio en la cola por un sencillo. Pero en eso, con un golpazo de suerte, llega otra con dos entradas a treinta y cinco. Ya pues, dijimos seguros de haber hecho un negociazo, porque conseguirlas a menor precio del de la venta era una lejana evocación. Ellos lucran con nuestra ilusión, me indigno, aunque yo quise ganar con su desesperación. Y Gabo, lúcido como siempre, me hace caer en la cuenta de que estamos en una versión un poco más sórdida de Wall Street.<br /><br />El hecho es que faltaba un boleto. Unito solo. Como caído del cielo, llega el Ángel de los Fanáticos Tristes y nos ofrece dos entradas a treinta soles cada una. Pero solo nos falta unaaa… Él se rehúsa a venderlas por separado, pero yo lo acoso para que no suelte mi entrada y consiga un solo comprador. Por desgracia, todo el mundo viene en parejitas y yo quiero matar a alguien en ese mismo momento porque mi paciencia tiene un límite, y uno bien pegadito a la serenidad. Ya casi resignada, me acerco a Gabo, quien conversa con una revendedora que trata de convencerlo de comprar seis entradas en boletería con su tarjeta Ripley para que ella pueda seguir jugando con la psiquis de los admiradores de Travis; a cambio, ella nos conseguía un lugar preferencial en la fila (el primero). Él entiende los perjuicios de cargar todo al cartoncito por un tema de intereses y qué sé yo, se niega. Y entonces, yo lo agarro del cuello al chato de las entradas a treinta soles y le digo véndele una a esta señora; usted, señora, ya tiene una entrada a precio para reventarla a su gusto; ahora tú, chato, dame mi entrada, toma tus treinta. Nos hemos metido de cabeza en el círculo de la corrupción made in Perú Profundo.<br /><br />La revendedora se excusa. Es que no sale el negocio pe’, por eso a cincuenta, mínimo, sino yo qué gano, pe’… ya, chau. Estamos camino a la entrada, por fin, y suena el grito de victoria:<br /> </div><div align="left"><br /> “¡Vente! ¡Esto está buenazo!”<br /> (La Revendedora dixit)</div>Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-29905878362197688202008-11-10T21:08:00.000-08:002008-11-10T21:13:52.736-08:00Alta suciedad, pero de buena calidadDe vez en cuando, me da la impresión de que las buenas películas tienen que dejarme grandes ideas. Evidentemente, la huachafería me abandona pronto y me doy cuenta de que hay historias que merecen ser contadas porque son, y porque narrar historias se trata, pues, simplemente de eso: decir algo que quieres compartir.<br /><br />Dioses, la película de Josué Méndez, es una de esas que me dejan calladita. Salí con la impresión de haber encontrado algo, pero no. De haber concluido algo, pero no. De haber percibido algo en el ambiente, pero…. No pues, no.<br /><br />Quizá porque se trata de un tema tan cercano, casi “costumbrista”, como dice Percy. Si tuviéramos respuestas de esas pequeñas porqueritas que componen nuestro mundo, este simplemente no sería tan feo. Méndez entiende eso a la perfección, por eso cuenta una historia con la delicadeza del cirujano, dejándonos ver de todo un poco pero sin soltar “mensaje”, porque no pues, así no es.<br /><br />Con personajes tan verdaderos y ridículos como los que vemos (o no) diariamente, con un guión tan preciso que no nos deja lugar a sospecha, con unas actuaciones tan cuajadas que nada queda fuera de su sitio, esta película deja la sensación de haber visto una fotografía recontra bien encuadrada de la clase más pudenda y fifiris limeña. Ahí la tienes, de extremo a extremo, sin caer en sosos juicios morales ni frívolas especulaciones. Y con su escandalito dramático más, como quien no quiere la cosa.<br /><br /> ¿Que querían ver una crítica social? ¿Una elaboración filosófica de lo que pasa en la sociedad moderna? ¿Un perfil antropológico de la Lima actual? Se equivocaron, muchachos. El cine (y buen cine peruano, ah, cállense la boca) no se trata de eso.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-76242581469311800652008-11-09T20:42:00.000-08:002008-11-09T20:52:32.203-08:00Mon meilleur ami<em>« Et je n'ai pas besoin de toi. Et tu n'as pas besoin de moi non plus. Je ne suis pour toi qu'un renard semblable à cent mille renards. Mais, si tu m'apprivoises, nous aurons besoin l'un de l'autre. Tu seras pour moi unique au monde. Je serai pour toi unique au monde... »</em><br /><br />Un coleccionista obsesionado con una reliquia griega debe conseguirse un mejor amigo para conservar su preciada pieza y, de paso, un poco de su honor. François es retado por su socia, quien tiene serias dudas sobre las habilidades de un insensible como él para construir relaciones verdaderas de amistad. Este solo dispone de diez días para demostrarle su error.<br /><br />Mi mejor amigo (Francia, 2006) es una narración insignificante, de esas a las que uno no suele dar mucha bola en estos tiempos de locura. Y, sin embargo, de pequeñas historias como esta está escrita la vida. François encuentra una motivación poco convencional para agenciarse al que podría ser el único asistente a su funeral, pero a la larga encuentra al mejor compañero: un simpático, sonriente y sincero taxista. Unas cuantas divertidas desgracias reúnen y separan a este par de solitarios, que con tan francas y limpias actuaciones (grandes Auteuil y Boon) remueven hasta el corazoncito más tieso de la sala.<br /><br />Una película sencilla, con un tema tan humano que se hace proclive a la cursilería, pero se mantiene con un tono sobrio y, por eso mismo, mucho más conmovedor. Una historia mínima para detenerse en el vértigo de los días y pensar en lo que es de verdad importante.<br /><br />Ojalá fuera tan fácil cruzarse a estos sujetos amigables por la calle, sobre todo para un grandísimo hijo de la guayaba como el coleccionista...Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-19713700145717960772008-11-08T00:48:00.000-08:002008-11-08T00:55:57.296-08:00Confesión"Una palabra no dice nada y al mismo tiempo lo esconde todo"<br /><br />Cuando tus ojos se aplasten contra los míos prometiendo sucios futuros<br />no me levantaré sobre ellos para construir el sentido de mi ser<br /><br />Cuando los vientos helados sobre tu rostro revelen sueños insospechados<br />respiraré profundo y tragaré la ilusión<br /><br />Y cuando prometas sobre una tumba inexistente<br />"esta es la última vez"<br />sabré que debo enterrar mis anhelos<br />para entender<br />una última verdad.<br /><br />La última.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-21361043140198752662008-11-01T20:22:00.000-07:002008-11-01T20:30:31.393-07:00Simbiosis¿Has escuchado hablar del síndrome del amputado? Después de que te quitan el brazo, la pierna, el dedo... todavía te levantas en la mañana y sientes que te pica. Todavía parece que está ahí, aunque sea jodiendo, pero está.<br /><br />Quizá mañana me levante y escuche sus ronquidos...Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-52294635553374898422008-10-21T16:17:00.000-07:002008-10-21T16:22:44.017-07:00Una deudaCada tarde, como a las 6:30, en el semáforo del cruce de Pardo con Comandante Espinar, el Chamita blanco que me llevaba de la universidad a mi casa se detenía durante interminables minutos para llenar de pasajeros hasta el último resquicio respirable de combi. A esa hora todas las bocinas chillaban, la gente subía y bajaba malhumorada dejando lo peor de sí para el cobrador. El chofer aprovechaba para vengarse de sus frustraciones personales con frenadas abruptas o aceleradas inesperadas… Era, verdaderamente, la peor hora del día.<br /><br />Pero en esa esquina maldita, había un anciano de mirada gentil... un lunar en ese mar de caos que proyectaba una serenidad capaz de silenciar al más matón de los dateros. Era un viejito alto, corpulento, encorvado y con esos lentes de montura grande y redonda, como los que usan los abuelitos buenos.<br /><br />Se acercaba entre el montón de gentes apuradas que se empujaban para doblar en la esquina, exactamente tres pasos a la derecha del quiosco de los chifles. Avanzaba hasta las ventanas de las combis y ofrecía queques marmoleados, de plátano y de naranja, recién horneados, hechecitos en casa. Me parecía tan dulce con su táper gigante lleno de queques, que lo sentía más que cercano. Tanto que, maldita sea, nunca me atreví a comprarle un solo queque. Me parecía ofensivo extenderle un sol a ese hombre tan digno, tan lleno de ternura en los ojos…<br /><br />Pasaron muchos meses. Cuando hacía calor, lo veía con una guayabera celeste y su táper. En los meses de invierno, pasaba con una chompa marrón y un gorrito de lana. Seguía ofreciendo sus dulces con una sonrisa en la cara, con sus buenos días, recién horneaditos y muchas gracias y yo mordiéndome la lengua porque yo quería, pero no... me sentía avergonzada. Hasta que un día, sin más ni más, no apareció en la esquina.<br /><br />Hace unos días me fui a hacer las compras de la semana, y a una cuadra del Vivanda (sólo tres cuadras más allá de su esquina), lo encontré con un táper gigante apoyado en un coche de metal. Pasé a su lado, me mordí la lengua, y después di cinco pasos atrás. Un queque de naranja y uno marmoleado. Pero esta vez, tenía sánguches triples también. Muchas gracias, que tenga un buen día, me dijo. Y cada quien siguió su camino, atropellándose en las asfixiantes veredas de la avenida Pardo.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-89579828021078662422008-10-10T16:48:00.000-07:002008-10-10T16:49:02.658-07:00Cualquier día (un día cualquiera)Íbamos paseando por la calle, Diego y yo. Yo quiero mucho a Diego. Paramos en una de nuestras esquinas no-favoritas de nuestro distrito no-favorito y decidimos endulzar la boca. Compremos un churro, me dijo. Y a mí que me encantan los churros… pues dije que sí.<br /><br />Dimos la vuelta a la esquina deslizando las lenguas por los respectivos labios para recoger hasta el último granito de azúcar. A los dos nos gustan mucho los churros. Y así, ensoñados con el manjarblanco y la esquina no-favorita del no-favorito distrito, pasamos frente a un quiosco de periódicos.<br /><br />Diego me dice se me acaba de ocurrir una cosa. Cosa terrible la que se le ocurrió. Mientras caminábamos delante del quiosco, un auto con un conductor de esos apuraditos pasa a nuestro costado a toda velocidad. Entonces Diego, a quien yo quiero mucho, piensa que este carro veloz con un chofer poco conciente podría haberlo asustado más de la cuenta. Entonces, sin más ni más, se atora con el cilindro edulcorado que disfrutábamos con tanto gusto hasta entonces y, así, en medio de la calle, cae muerto por asfixia.<br /><br />Al día siguiente, el titular del periódico del quiosco de la vuelta de la esquina no-favorita del distrito con la misma característica, rezaría el fatídico titular: “Muere por churro”.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-46512692733304088122008-10-08T18:44:00.000-07:002008-10-08T18:45:33.888-07:00Ese gato malditoLunar está sola. Pobrecita. Parece un poco aburrida de la vida, pero no sé qué es lo que hace para vivir, si trabaja, cómo paga la renta, qué hace en sus ratos libres o cuántas veces antes fue a un bar de lesbianas. Sólo sé que ama a Efímero, pero el desgraciado se va, la abandona, tiene la concha de ronronearle a otra y, para colmo de males, se convierte en estrella de publicidad. No contento con eso, le hace creer a algunas que es capaz de hablar, de sentir, de saber lo que está haciendo, pero a veces (cuando no conviene) pasa a ser, de nuevo, un estúpido e inofensivo gatito.<br /><br />Cada treintañera se pregunta por su efímero. Aparece entonces una sabia grifera que lustra zapatos casi por diversión, o la Mujer Maravilla con arcadas de embarazo revelando su deliciosa humanidad. Pero, a pesar de las excelentes actuaciones (quizá a estas actrices les quedó chico el libreto), hay algo que acaba distrayéndome de ese sitio al que me quieren llevar. ¿Qué buscamos las mujeres? ¿Qué necesitamos? ¿Amor, libertad, marido, mascota? Yo voto por el chinito stripper.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-62027881422473608582008-09-29T08:11:00.000-07:002008-09-29T08:14:47.940-07:00BlimundaYo veo detrás de tus ojos. Yo soy Blimunda. Puedo ver a través de tu carne, dentro de tus huesos; yo puedo, si quiero, traspasar la médula; ahí donde no llega nada, ahí donde se forman tus ideas, tus sentimientos, tus más profundos y secretos pensamientos. Estoy donde no me ves, dentro de ti, me tienes presente a donde vayas, tan cerca y sin poder encontrarme. Me miras y no me encuentras sentido, no te das cuenta de que soy un reflejo de tus propias entrañas, una copia fiel del código que forma cada una de tus células.<br /><br />Y así, como te he encontrado, así me tienes con ojos llenos de ti, cuando ya no puedo ser más que lo que tú llevas dentro y no me atrevo a querer ver más. Cada vez que me enfrento a tu carne, tus músculos y cada tejido hasta llegar a la piel, me encuentro con mi imagen descubierta, con mis ojos llenos de sangre y mi dolor enrollado detrás de la cabeza.<br /><br /><div align="center">...</div><div align="left"><br />Hoy tú te has atrevido a mirarme a los ojos y a ver dentro de mí. Ya no hay forma de esconderse, porque puedes ver la carne, la sangre, los huesos y la médula; puedes verlo todo. Y así como yo huyo de los amasijos de grasa y los sacos de hueso, así temo que me descubras como un gran nudo de arterias que drenan tristeza. Me encuentras y me encuentro patética, desarmada; si no puedo ser sólo yo la que ve dentro de todos, ya no me queda nada.<br /><br />El amor contigo, Sietesoles, es un encuentro de nuestra única desnudez. No existe ni queda pudor cuando estás aquí. </div>Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-75441931724959853802008-09-25T14:29:00.000-07:002008-09-25T14:45:40.837-07:00Chau adiós"Son tristes las despedidas", escuché decir al borracho que trataba de disimular la pena redundando en lo obvio. Pero ¿por qué lo son? Hoy me he sentado a darle vueltas a esta idea, quizá para dejar de lado mi propia tristeza. Y en esa búsqueda sin sentido -que es querer arrimar con calzador en el cerebro lo que sólo concierne al corazón- he llegado a la conclusión de que las despedidas son una toma de conciencia de nuestra propia finitud.<br /><br />Cuando alguien a quien queremos se va, perdemos el horizonte de su propia existencia. En el fondo, seguimos atrapados en ese periodo de la infancia en el que sólo creemos que algo existe porque podemos verlo. En el momento en que dejamos de hacerlo, simplemente desaparece de nuestra experiencia presente. Por eso asociamos esta idea con la de la muerte, nos "despedimos" de algún ser querido cuando éste muere. Y por eso, aunque queramos escapar de nuestra cursilería, sentimos tristeza en mayor o menor grado.<br /><br />Despedirse es también hacerse consciente del propio cuerpo, ya que es el único del que no nos podemos separar hasta que llega la gran despedida. Y también nos hace mirar alrededor para concluir que quienes están dentro de nuestra vida no son tan imprescindibles como los que ya se fueron. Porque los que no están pasan a ser algo más que una experiencia: se transforman en anhelo.<br /><br />Despedirse es hacer un repaso por todas las buenas vivencias que no son; las que fueron con aquel que parte. Las mismas que ya no podrán ser. ¿No es triste darse cuenta de que lo dulce, lo feliz, lo espontáneo no se repite? ¿No caemos en la cuenta de que la felicidad es pasajera? ¿en la propia consciencia de muerte? Lo bueno termina o discurre, se transforma, pero nunca es estático. Cada experiencia pasada tuvo su propia despedida. Y por eso existe la nostalgia.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2887216176557558340.post-47980090395297671492008-09-23T13:49:00.000-07:002008-09-23T13:53:28.582-07:00Nota sobre el autorEn un sincero, pero fallido intento por estar bien conmigo misma, acabo molestándome con él, con el resto, con el mundo. Me paso el día quejándome de los nuevos tiempos, de la gente y su manera estúpida de conducirse, de los estándares impuestos por la sociedad sobre lo que es el éxito; todo para sentirme especial. Pero al final, me veo reducida a este pedacito de mí, sintiéndome todavía la gordita buena gente del salón y quizá también una especie de esnob, insulsa arrogante que ve todo por encima del hombro.<br /><br />A veces los desprecio, pero la verdad es que quisiera ser también un poco como ellos. Como todos los idiotas de mi generación que disfrutan publicando en internet sus fotos en paisajes alucinantes, haciendo cosas que nadie hace o simplemente exhibiendo un buen bronceado. Quisiera ser ellos, pero los odio. Y también quisiera ser esa devoradora de libros que conoce todos los nombres de todos los rusos del mundo, que puede nombrar hasta quince (¡!) ensayistas mujeres y encima entender disertaciones literarias entre sanmarquinos. Pero la verdad es que eso también me disgusta.<br /><br />Quiero ser un extremo o el otro. O no quiero ser ninguno de los dos. Y cuando descubro una leve tendencia hacia alguno de los bandos, inmediatamente paso a ser detractora. Empiezo a tener la sospecha de que, en realidad, sólo me caigo mal a mí misma.Jimenahttp://www.blogger.com/profile/04768391276913173955noreply@blogger.com3