jueves, 29 de enero de 2009

Rinconcito de San Blas

Mi sala es chica, la hemos pintado de blanco para reducir su pequeñez. El dintel de la puerta que da al patio que lleva al baño es azul marino, como los marcos de las ventanas y la puerta de entrada. Casi todas las puertas del barrio de San Blas son del mismo color, es norma, y nosotros nos la hemos apropiado para darle un toque especial al rincón en el que ahora compartimos.

Yo he cosido todas las cortinas de la casa. Están hechas con telas del mercado de San Pedro, son naranjas y verdes. Los retazos están unidos con lanas de los mismos colores y se nota muchísimo que nunca en mi vida había cosido nada. Igual, cada vez que llega alguien, me dice que son lindas.

Mi mesa de centro es un baúl desvencijado. En realidad, creo que es una caja de carga o algo así. Costó solamente quince solcitos. Pero le hemos puesto barniz oscuro encima y se ve de lo mejor, con un mini mantel que no es más que un pedazo de tela que quedó de las cortinas. Rematamos con el adorno, que es una botella enorme y larga, en la que Mónica dejó unas flores blancas que ya están comenzando a marchitarse. Hay, en total, cuatro botellones que decoran algunas de nuestras esquinas preferidas. Mónica puso flores en todas. Mi favorita es la que está junto a la ventanita que da a la calle, que tiene unas flores fucsias de tallo largo. Cuando abro a ventana, entra la luz por el costado y donde no se ve la botella puedo ver el bosque y las casitas en la subida a Sacsayhuamán.

Por todas partes se pueden encontrar las tortugas. En el mueble del fondo están las de Tarapoto, que son dos maracas en madera que hemos colocado delante de la foto del Enano, una que tomó en Pucallpa con un cielo amarillo hiriente sobre el río. Así las pobres no van a sentir frío. También está la tortuga de lana, la más limeña y cosmopolita de todas, con sus flores de colores tejidas sobre el caparazón. Después están las cuatro tortuguitas cerámicas sobre el baúl central, cada una con una tortuga más pequeña aún sobre el caparazón. Siempre están en fila alrededor de la botella. Y finalmente las cusqueñas, puestas sobre otra foto de la selva que nos regaló el mismo Miguel, a quien extrañamos desde el día que se fue.

Hay partes de la pared de adobe que se han caído, dejando unos huecos decorativos por todos lados. Los visitantes dejan marcas en ellas, cuando se golpean borrachos con el dintel de la entrada a la cocina o tratan de agarrarse, medio adormecidos, de algún rincón. Y por eso, sea con regalos comprados o espontáneos, no hay un solo visitante que no se quede, en cierta forma, impreso entre los blancos muros de mi rincón mundano.

3 comentarios:

Unknown dijo...

envidia, sana envidia te tengo

Besos!

Nat Rocfort dijo...

Hace tiempo que te fuiste y te extraño. Han sido unos meses extraños, inquietos, llenos de dudas pero también de respuestas, de decepciones, de furia, de incertidumbre... y de tantas otras cosas que tendré que contarte cuando regreses. Sin embargo, te envidio un poco y me hace feliz saber que tuviste el coraje de enfrentar una situación poco común, de vivir lo que querías vivir, de crecer aún cuando da flojera y un poco de miedo. Hace poco me dejaste claro que no tenías que escoger, que se puede tener un poco de todo al menos en el corazón. Esa fue una lección, que aunque no te dije, me abrió los ojos a posibilidades que de pronto había dejado de lado. Gracias por enseñarme. Me siento un poco en tu rincón cuzqueño, a pesar de no haberlo visitado. Regresa!

i r i s e s dijo...

yo también quiero que regreses o aunque sea que contestes el teléfono... jaja, esto ya parece un mensaje lésbico, pero bah, tampoco me importa mucho.

Te llame un par de veces estando con pavel reunida. Un vez con Pavel y Carlos. Por cierto, creo que peleé con Carlos para siempre... triste es eso para mí, muy triste.

Y quería saber de ti. Quería contarte un millón de cosas extrañas que han sucedido. Y quería además saber como estás... Eso sobre todo, como vas tu?

No sé porque pero escribiendote, he entrado en una suerte de vertigo de pena. Tengo la maldita sensación de ausencia, de no más amigos, no más noches de todos juntos sentados a mi sala. No tu, no Pavel, menos Carlos. Y nadie más. Todo es irrepetible, que mal.

comunicate,
daaaaaaaa...