miércoles, 14 de enero de 2009

Khoka

Gianfranco y Megan llegaron hace poco más de una semana. Después del mal de altura, del malestar estomacal, los mareos y demás padecimientos físicos del día a día serrano, pensaron que seria maravilloso poder llevarse unas bolsitas de hoja de coca de vuelta a los Estados Unidos. Obviamente, esto solo fue una evocación, un sueño, una simple y solitaria idea vagabunda en el mar de sus pensamientos.

Después de varias semanas, empiezo a entender un poco la dinámica de esta tierra. Coca, planta sagrada que regula las funciones digestivas y ayuda a pensar con claridad. Coca, abre ciertas ventanas de la conciencia y estimula la buena comunicación entre las parejas. Coca, despeja la mente, el cuerpo y el espíritu, da energía y calma el dolor.

Es difícil encontrar el poder de las plantas cuando se está fuera del contexto de estas. La hoja sagrada ha sido bien manoseada, tantas veces explotada en beneficio de mentes trastocadas y bolsillos sedientos. Ahora se le adora o se le sataniza, bajo el marketero slogan “Coca-Cola, negocios y cocaína” (ya sé que muchos no lo conocen de oídas, pero no suena tan descabellado, ¿no?), y se confunde el verdadero valor de lo esencial, que solo se encuentra en lo simple, lo más puro: lo que viene de la tierra.

El grupo Simbiontes montó, a mediados de diciembre, una interesante performance que reunía video, música y danza, sobre el tema de la coca. A pesar de la complejidad del género, creo que el mensaje fue más o menos claro y que se notaba un punto de vista firme. A la entrada, me recibieron con un vasito del buen mate (el único que se fregó fue el gringo que pidió azúcar). Treinta minutos después, había recorrido una archi-resumida síntesis de la historia de la hoja sagrada de los Incas y me encontré a la salida con novedoso producto: el “cocatón”. Panetón hecho a base de harina de coca, en tamaño “todinnito” y al módico precio de un sol. La etiqueta tenía un Papá Noel con su bolsita de hoja de coca, con letras verdes encima: “NO a la erradicación”. En la parte inferior izquierda, un perrito rabioso con collar que tenía escrito el nombre en el lomo: “ENACO”. Cada quien es libre de pensar como quiera. Yo solo me siento en mi salita cusqueña y tomo el mate que me sacará de la enfermedad.

3 comentarios:

Unknown dijo...

hoja verde la coca
humo blanco del cigarro
adiviname la suerte...

besos desde Lima

i r i s e s dijo...

se te quiere, pay

Marte dijo...

ni tan libre de pensar como se quiera, hay ocaciones donde pensar significa una breve o larga estancia en la sombra de los barrotes

besos Jime.