lunes, 23 de marzo de 2009

Una señal

Cuando sacábamos las cosas de la cocina, se acercó a la ventanita de la sala un hombre mayor, encorvado por el enorme bulto que llevaba encima. Nos pidió ayuda, plata, como suele ser en estos casos. Le ofrecimos la comida que íbamos a dar a algún amigo que bien podría haberse comprado sus propios víveres. El anciano aceptó, agradecido. Le entregamos la bolsa con la trucha, carne molida, aceite, arroz, fideos, papas, la mermelada de sauco… Sus ojos se encendieron y sus labios sólo repitieron hasta el último momento “gracias”. Nos dijo algo más en quechua, con sus ojitos brillantes y se llevó el sombrero al pecho. Luego se acercó y nos puso s ambos el sombrero sobre el hombro izquierdo, rezando bendiciones. Esto sólo puede ser un buen augurio, pensé.

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